Vía Appia Antica: historia de la calzada romana

Vía Appia Roma

Vía Appia Antica: historia de la calzada romana

Vía Appia Antica: historia de la calzada romana

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Si Roma es la città eterna se lo debe mayormente a lugares como el Parque Arqueológico de la Vía Appia Antica, un área protegida de 3.400 hectáreas. Perfecto para escapar del ajetreado y caótico centro de la ciudad, es una zona muy recomendable para pasear y disfrutar de la preciosa campiña romana.

A ambos lados de la calzada descansan numerosos monumentos romanos; así como, las famosas catacumbas de San Calisto y de San Sebastiano que también se encuentran en el transcurso de la Vía.

En este post detallamos la mejor ruta para recorrer la Via Appia y descubrir los monumentos más importantes, así como todo tipo de información práctica para tu visita; horarios, precios de las entradas, cómo llegar…

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Historia de la Vía Appia Antica

Edificada en el 312 a.C. la Vía Appia Antica es considerada como la primera autopista de la historia, de ahí su apodo Regina viarium o “reina de las calzadas”. El censor Appio Claudio Cieco no solo fue el responsable de su construcción, si no que la calzada tomó su nombre, siendo la primera vía romana llamada como el magistrado que la diseñó.

La construcción de la Vía Appia Antica surgió en el contexto de las Guerras Samnitas (IV-III a.C.). Los samnitas fueron una antigua tribu itálica situada en la actual región de la Campania, conocidos por su resistencia al dominio romano. La estrategia que hizo vencedora a Roma tenía como objetivo conectar la ciudad eterna con Capua (población al norte de Nápoles) permitiendo el rápido movimiento de las tropas romanas por la Vía Appia, y así, encerrar a los samnitas en su territorio. 

Posteriormente, la calzada se amplió hasta el puerto de Brindisi, por lo que facilitó a Roma el comercio y las expediciones militares con Oriente y Grecia.  

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La Via Appia era accesible para carros y peatones ya que constaba de una ruta recta y pavimentada, cuyo valor económico y de ingeniería eran extraordinarios. El trazado de la Vía Apia se diseñó con una anchura de 4,10 metros, para permitir una fácil circulación en ambos sentidos, lo que motivó que posteriormente toda la red viaria romana adquiriese esa medida. 

Regina viarium comenzaba en Porta Capena, próxima al Circo Máximo, y continuaba hasta su destino más allá de Roma (40 km hasta Bríndisi). A ambos lados de la calzada se levantaron numerosas tumbas y monumentos funerarios, pertenecientes a las grandes familias de la sociedad romana. Era la manera de que los muertos lograsen la eternidad, ser visibles y manifiestos para los vivos. Por descontado que lo lograron, ya que hoy en día aún se conservan muchas tumbas de la época. 

A extramuros de la ciudad, en la campiña romana, había grandes villas de los ricos que deseaban alejarse del caos. Ejemplo de ello es la grandiosa Villa de los Quintili, o la Villa del emperador Majencio. 

Después de Cristo

Desde su construcción (312 a.C.) en pleno periodo Republicano, hasta finales del Imperio Romano, la Vía Apia recibió la visita de numerosos viajeros y peregrinos que acudían a los templos cristianos situados afuera de la muralla, próximos a las catacumbas donde se encontraban las tumbas de los mártires y Papas.

Contemporánea a la decadencia romana, la Vía Apia sufrió las consecuencias de las guerras e invasiones del final del Imperio: los monumentos funerarios perdieron sus metales preciosos; y las tierras anegadas de agua estancada eran inservibles para la agricultura. 

No obstante, a comienzos de la Edad Media, la Iglesia obtuvo las tierras de la campiña romana que habían sido propiedad de los emperadores, despobladas tras siglos de inestabilidad por las invasiones bárbaras. 

Se establecieron los llamados “Domuscultae” complejos rurales que pretendían divulgar el cristianismo entre los campesinos muy apegados al paganismo, y revitalizar la agricultura de forma intensiva. Estas poblaciones eran autosuficientes, pero dependientes de la administración de la Iglesia de Roma. Hasta el siglo XI, la abandonada calzada sirvió como puerta de entrada para estas poblaciones rurales situadas al borde de la Vía Appia. 

Edad Media

A partir del siglo XI, las grandes familias romanas deseosas de prestigio, comenzaron a interesarse por las grandes propiedades de la Iglesia, adquiriendo las tierras aledañas a los importantes monumentos de la Vía Appia.

De esta manera, las tumbas, mausoleos y demás construcciones de la calzada comenzaron a reutilizarse como torreones o puestos de guardia, presentando las características de una vía medieval. Ejemplo de ello, es el ninfeo (monumento consagrado a las ninfas, especialmente en las fuentes) de la Villa dei Quintili, reutilizado para construir una torre de vigilancia.

Renacimiento

A partir del siglo XIV los monumentos de la Vía Appia fueron sufriendo diferentes expolios, ya que muchos edificios habían caído en desuso, y los materiales empleados en su construcción eran nobles y atractivos para ser reutilizados. 

Paralelamente a estos hechos, el Renacimiento despertó en muchos intelectuales un interés por la Antigüedad y el imperio romano. Este coleccionismo de antigüedades que llevaron a cabo numerosos estudiosos, ayudó a generar consciencia sobre la valía de los monumentos y a querer respetarlos. 

Ejemplo de ello es la conservación del mausoleo de Cecilia Metella, ya que en 1589 el Papa Sixto V ordenó su demolición; hecho que se evitó gracias a la intervención del restaurador Paolo Lancellotti.

Novecento

Durante los siglos XVI y XVIII los jóvenes aristócratas europeos (principalmente británicos) viajaban a Italia frecuentemente como parte de su educación: el denominado Grand Tour. Muchos de estos viajeros dejaron testimonios sobre su paso por la Vía Appia Antica, que han sido de gran ayuda para redefinir el aspecto original de los monumentos. 

En el siglo XIX fue el propio Napoleón quien planteo la posibilidad de transformar la Vía Appia en un parque arqueológico. Esta empresa fue llevada a cabo por el papa Pío IX, mediante el trabajo del arquitecto y arqueólogo piamontés Luigi Canina. Se inició así un complejo proyecto de recuperación de la zona, que concluiría creando el “museo al aire libre” que podemos disfrutar hoy en día. 

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