El Castillo Sant’Angelo, desde sus orígenes como mausoleo de Adriano hasta su evolución como una fortaleza imponente, ha sido testigo de los acontecimientos más destacados de Roma. En las siguientes líneas te contamos su historia….
El Castillo Sant’Angelo desde sus raíces como mausoleo imperial hasta su función como fortaleza, nos brinda una perspectiva alucinante de la evolución de la Ciudad Eterna. En este artículo, exploraremos en detalle la fascinante evolución del Castillo Sant’Angelo, los misterios que lo envuelven, y su impacto en el imaginario colectivo de Roma.
Conocido originalmente como el Mausoleo de Adriano, este monumento fue construido en el siglo II d.C. como el lugar de descanso eterno del emperador romano Adriano y en la tumba dinástica de los antoninos. Su arquitectura grandiosa y su ubicación estratégica le conferían una importancia simbólica y cultural en la antigua Roma. Sin embargo, a lo largo de los siglos, el destino del mausoleo cambió drásticamente.
Durante la Edad Media, el Mausoleo de Adriano fue transformado en una fortaleza defensiva para proteger la ciudad de Roma de las invasiones y amenazas. Murallas imponentes, torres de vigilancia y un puente fortificado fueron añadidos, convirtiendo al mausoleo en un bastión inexpugnable. Esta metamorfosis fue una respuesta necesaria a los desafíos militares y geopolíticos de la época, asegurando la seguridad de la ciudad y sus habitantes.
Hoy en día, el Castillo Sant’Angelo es un símbolo icónico de Roma y una visita turística imperdible. Sus muros encierran no solo siglos de historia, sino también una gran cantidad de historias y leyendas intrigantes. Desde los secretos ocultos en sus salas hasta los relatos de apariciones fantasmales, el castillo sigue despertando la curiosidad y el asombro de quienes lo visitan.
Castillo Sant’Angelo: transformación del mausoleo de Adriano en una fortaleza
Historia del Mausoleo de Adriano
El imponente Castillo Sant’Angelo se alza majestuoso en el área conocida por los romanos como Ager Vaticanus, un territorio que antiguamente yacía desolado a la orilla derecha del río Tíber. El emperador Adriano eligió este lugar para construir su mausoleo, una estructura apartada de la ciudad, pero conectada a ella mediante el Pons Aelius (Puente Elio).
Durante el reinado del emperador Adriano, Roma experimentó un período de paz y prosperidad, y el mausoleo fue símbolo de la grandeza y el poderío del imperio. Los trabajos para la construcción del mausoleo comenzaron alrededor del año 130 d. C., aunque algunos ladrillos con sellos fechados en el año 123 d. C. sugieren la presencia de una subcimentación de la estructura.
El colosal sepulcro aún no estaba terminado cuando el emperador falleció en Baia en el 138 d.C., siendo enterrado provisionalmente en la villa Puteolana que pertenecía a Cicerón. La tumba pudo ser finalmente inaugurada al año siguiente, cuando su sucesor Antonino Pío hizo trasladar allí los restos de Adriano, incinerados junto con los de su esposa Sabina.
Inspirado en el Mausoleo de Augusto, el diseño original descansaba sobre una base cuadrada de 89 metros de lado y 15 metros de altura, construida en opus caementicium (hormigón romano) y rodeada de habitaciones radiales abovedadas.
Sobre esta base, se erigía un colosal cilindro con un diámetro de 64 metros y una altura de 21 metros, coronado por un túmulo en el que reposaba una imponente cuadriga de bronce conducida por el propio emperador. La cara exterior del muro estaba elegantemente revestida con losas de mármol, adornadas con pilastras coronadas por frisos de bucráneos y festones.
Al ingresar, un corto corredor conduce a un vestíbulo cuadrado, cuyo muro posterior alberga un nicho semicircular donde posiblemente había una estatua de Adriano (solo se conserva la cabeza de esta estatua, y se encuentra actualmente en los Museos Vaticanos).
Siguiendo el recorrido, a la derecha comienza la famosa rampa helicoidal originalmente cubierta de estuco en la bóveda y de preciosos mármoles a lo largo de los muros. Después de hacer un círculo completo, la rampa termina en un corredor que conduce a la gran sala cuadrangular donde se encontraban las urnas funerarias del emperador Adriano y su esposa Sabina, junto con las de los emperadores Antoninos y Severos, incluyendo a Caracalla.
Transformación del mausoleo en una fortaleza defensiva
A lo largo de los siglos, el Mausoleo de Adriano experimentó una notable transformación que lo convirtió en una fortaleza defensiva. Esta transformación fue una respuesta directa a los desafíos militares y geopolíticos que Roma enfrentaba en diferentes momentos de su historia.
Tras el colapso del Imperio Romano de Occidente en el siglo V, Roma quedó expuesta a invasiones y saqueos por parte de pueblos bárbaros. En este contexto de inestabilidad, el mausoleo fue adaptado para cumplir un nuevo propósito: la protección de la ciudad.
En el año 403 d.C., el emperador Honorio transformó el mausoleo en una fortaleza al incorporarlo a la Muralla de Aureliano, convirtiéndolo en un bastión defensivo. En el 537 d.C., resistió valientemente el asalto de los ostrogodos de Vitigio, pero poco después cayó bajo el ataque de Totila.
Feudalismo
Con el paso del tiempo, en el siglo X, el monumento fue transformado en un castillo y se utilizó como prisión y santuario. Personalidades notables como Gregorio VII, Cola di Rienzo y Clemente VII encontraron refugio entre sus muros. Así, el edificio, ahora conocido como el Castillo Sant’Angelo, se convirtió en la principal fortaleza de Roma.
Se construyeron robustas murallas alrededor del mausoleo, reforzando sus defensas y convirtiéndolo en una posición estratégica clave. Estas murallas incluían torres de vigilancia y puertas fortificadas para controlar el acceso al recinto. Además, se añadieron una serie de pasadizos y trampas para obstaculizar cualquier intento de asalto.
Desde los siglos X hasta XIII, estuvo en manos de las familias más poderosas hasta que, durante el pontificado de Nicolás III (1277-1280), pasó a ser propiedad del papado.
Renacimiento
En el Renacimiento, el Castillo Sant’Angelo también jugó un papel importante en el panorama político y militar de Roma. En el año 1500, bajo el Papado de Alejandro VI Borgia (1492-1503) el edificio sufrió grandes modificaciones para reforzar su estructura defensiva y convertirla en residencia fortificada.
En la entrada se levantó otro cuerpo cilíndrico. Junto a él, se construyó para el Papa Borgia un apartamento de dos plantas y un jardín rodeado por muros almenados. Pinturicchio recibió el encargo de decorar esta casa, como cuenta Vasari (considerado uno de los primeros historiadores del arte) en el libro Vidas de los excelentes pintores, escultores y arquitectos: «En el Castillo de S. Angelo pintó gran número de estancias con grotescos». Las pinturas grotescas inspiradas en las pinturas de las paredes de la Domus Áurea de Nerón en Roma (siglo I), contienen a menudo figuras humanas y animales.
Barroco
El Papa Clemente IX, durante su breve reinado (1667-1669), transformó el Puente Elio en el espectáculo visual que es hoy en día. Este puente, que lleva el nombre del emperador de origen íbero, Publius Aelius Adrianus (76-138), se convirtió no solo en la principal vía durante las etapas de construcción, sino también en uno de los elementos emblemáticos de la zona, estrechamente vinculado con la imagen del Castillo. Construido entre los años 121 y 134 d.C. por el arquitecto Demetriano, el puente sufrió una significativa restauración en 1451 después de un desastroso incidente causado por una mula desbocada, que resultó en la muerte de numerosos peregrinos que se dirigían al Vaticano.
Sin embargo, la intervención más destacada se llevó a cabo por orden del Papa Clemente IX entre 1668 y 1671, bajo la dirección de Gian Lorenzo Bernini y su taller, que desde entonces pasó a llamarse Puente Sant’Angelo. A lo largo de su recorrido, diez hermosas figuras de ángeles, portando símbolos de la Pasión, marcan escénicamente los dos lados del puente, culminando en la majestuosa estatua del Arcángel Miguel ubicada en lo más alto del Castillo.
Edad Contemporánea
Con el tiempo, el Castillo perdió su función defensiva. Además, en el siglo XIX el edificio fue despojado de su esplendor y utilizado como prisión política. Numerosas personalidades ilustres fueron recluidas aquí a lo largo de los siglos. Entre ellos Alessandro Farnese, el Papa Pablo III, Beatrice Cenci, Giordano Bruno, Benvenuto Cellini, Giuseppe Balsamo Count di Cagliostro. Castel Sant’Angelo adquirió su estructura actual a finales del siglo XIX, con la intervención del general Mariano Borgatti.
El Castillo Sant’Angelo y la leyenda de su nombre
Durante el papado de Gregorio I el Grande (590-604) se produjo un evento legendario que marcó el inicio del dominio papal sobre el castillo por un largo tiempo.
Roma atravesaba una devastadora epidemia de peste, y el papa Gregorio I organizó una solemne procesión penitencial para implorar el fin de la enfermedad.
Durante esta procesión, el pontífice estaba recorriendo el Puente Elio cuando tuvo una visión: el arcángel Miguel apareció en la cima del Mausoleo de Adriano, enfundando su espada como un símbolo de gracia concedida. Este misterioso suceso fue interpretado como una intervención divina que anunciaba el pronto término de la epidemia, lo cual efectivamente sucedió.
A partir de ese momento, el Mausoleo de Adriano fue conocido como el Castillo Sant’Angelo, y sobre su cúspide se erigió una capilla dedicada al Arcángel, denominada “Sancti Angeli usque ad coelos”.
La famosa estatua de bronce del arcángel, que se encuentra en la cima del castillo y que le da su nombre, también está vinculada a esta antigua leyenda. Representa el arcángel Miguel en el acto de enfundar su espada, simbolizando el fin de la peste y la gracia divina concedida a la ciudad de Roma.
Hoy en día, se conserva en los Museos Capitolinos una piedra circular que se cree que lleva las huellas dejadas por el arcángel durante su aparición en el castillo para anunciar el fin de la peste. Esta historia legendaria ha dejado una profunda huella en la historia y la identidad del Castillo Sant’Angelo, consolidando su relevancia histórica y cultural en la ciudad eterna.
La importancia del Castillo Sant’Angelo en el imaginario colectivo de Roma es innegable. Es considerado uno de los símbolos más emblemáticos de la ciudad y ha aparecido en obras literarias, pinturas y películas, inmortalizando su presencia en la cultura y el arte romanos.
Otra historia fascinante está relacionada con la misteriosa conexión subterránea entre el Castillo Sant’Angelo y el Vaticano. Se dice que existe un pasadizo secreto que conecta ambos lugares, permitiendo a los papas utilizarlo como ruta de escape en tiempos de peligro. Aunque no se ha confirmado su existencia, esta leyenda ha capturado la imaginación de muchos visitantes y añade un elemento de intriga al castillo.
Información práctica para la visita
Información práctica para planificar una visita al Castillo Sant’Angelo:
📍Horario de apertura: De martes a domingo de 9:00-19:30 (última entrada 18:30).
Se aconseja comprar la entrada de manera anticipada online en la web oficial del Castillo Sant’Angelo.
📍Precio adulto: 12,00 € (+ 1,00 € como gasto de gestión por compra online).
Cada primer domingo de mes, el acceso al Museo Nacional del Castillo Sant’Angelo es gratuito y no es necesario comprar la entrada con anterioridad.
El castillo cuenta con varios niveles y áreas para explorar, desde las habitaciones interiores hasta las terrazas superiores. Asegúrate de recorrer cada nivel y descubrir los diferentes espacios, como las salas de exposiciones y las hermosas vistas panorámicas desde la cima del castillo.
El Castillo Sant’Angelo ofrece impresionantes vistas de la ciudad de Roma, Vaticano y el río Tíber. Tómate tu tiempo para disfrutar de las vistas panorámicas y capturar fotografías memorables.
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